Cuentan que en las mañanas de San
Juan, junto al arroyo de los Milanos, aparece una Mora Encantada que tiende sus
cabellos de oro al sol. Algunos la han visto.
Un veterinario de Mogarraz subía
a Monforte de la Sierra, ya atardecido, para atender a un animal enfermo. A
mitad de camino apareció la Mora. Tal fue el susto que el caballo, en su huida,
dejó la marca de su herradura en el suelo y aun hoy se puede ver.
No se saben los motivos del
encantamiento de esta mujer, pero tenía amedrentados a los habitantes de la
Sierra.
Al llegar el invierno, llegaba el
terror a Mogarraz. El viento se aliaba con la Mora para atraer a los jóvenes a
sus dominios, donde perecerían. Nadie había conseguido volver.
Cierto día, Tinín, un joven
huérfano, bueno y valiente, cuya única fortuna y herencia era una cruz de
hierro, decidió librar al pueblo de la maléfica Mora. Convenció al cura para
que encerrase a los mozos en la sacristía y les diera de beber láudano, para
dormirlos y que no oyeran el peligroso y tentador viento.
Tras unos tragos de vino, Tinín
se tapó los oídos con pez, para prevenir el encanto de la Mora, y se puso en
marcha.
La Mora apareció. Era una mujer
de extremada belleza. Distraído en su admiración, nuestro héroe no se percató
de la transformación de la mujer en serpiente y se encontró atrapado entre sus
anillos. Suerte que llevaba la cruz de hierro que debilitó a la serpiente y le permitió
desembarazarse de ella. Antes de acabar la maniobra la Mora ya había recuperado
el aspecto de mujer. Al momento apareció un rayo de luz en el cielo que labró
una cruz en una roca próxima.
Tras la derrota, la Mora dio la
oportunidad a Tinín de pedir la gracia que deseara. Él respondió: “sólo quiero
que desaparezcas y dejes a mi pueblo en paz”. La Mora enfurecida contestó que
para cumplir sus deseos debería pasar dos pruebas, más terribles que la que
había conseguido superar. Al aceptar el desafío, apareció una enorme bola de
fuego que comenzó a perseguir al muchacho, monte abajo. Cuando estaba a punto
de alcanzarle, llegó al río Francia, donde se zambulló, consiguiendo apagar al
demonio de fuego. Desde entonces los lugareños llaman al lugar el Charco del
Diablo. La luz del cielo labró una segunda cruz. La Mora repitió su
ofrecimiento: “todos los tesoros del mundo serán tuyos. Tú serás mi rey y yo
seré tu esclava”. Pero Tinín repitió su respuesta: “deja libre a Mogarraz y márchate
de aquí”. Derrotada la Mora se dirigió a él y le dijo: “definitivamente has
vencido, pues la última prueba, la más difícil, consistía en vencer tu propio
egoísmo y ambición. Prefieres el bien estar de tu pueblo al tuyo mismo”. Dicho
esto fue labrada una última cruz y la Mora desapareció.
El muchacho volvió al pueblo
donde le estaban esperando. Los mogarreños dieron gracias a Dios y nombraron
alcalde perpetuo a Tinín.
Bonita leyenda que, como la gran mayoría, tiene algo de verdad.
ResponderEliminarEl bello pueblo de Mogarraz bien se merece este espacio con detalles fotográficos que le has dedicado.
Un saludo de 'ojolince y sra.' desde Pucela.