lunes, 13 de junio de 2011

Los molinos tradicionales


Cuando el hombre se asienta en poblados y comienza a cultivar la tierra y a domesticar animales también avanza en la elaboración de los alimentos. Quizás uno de los más antiguos y elementales sea el pan. Para su elaboración, a partir del trigo, se necesita la obtención un subproducto, la harina. El proceso requería triturar los granos de las espigas para obtener la materia con la que, junto con el agua y alguna levadura, obtener la masa que una vez cocida sería el pan. Para este proceso se tuvieron que inventar algunos artilugios que ayudaran en el pesado trabajo de la molienda. En principio se utilizaron molinos manuales compuestos de una piedra navicular, donde se depositaba el trigo, y otra piedra que se desplazaba por encima para el triturado. Más sofisticado es el formado por dos piedras circulares, una encima de otra, girando sobre un eje la de encima.


Con el aumento de la población estos sistemas no permitían la obtención de la cantidad necesaria de harina para la alimentación humana. Así, primero se utilizo la fuerza animal y más tarde se emplearían las fuerzas de la naturaleza. Aquí trataremos de los molinos que utilizan la fuerza hidráulica para la realización del trabajo de la molienda.


Hay diferentes tipologías y ya Juanelo Turriano hizo una clasificación detallada en sus Veintiún libros de los ingenios y las máquinas. Cuando lo hizo, los molinos estaban en funcionamiento. En nuestros días la clasificación resulta más difícil ya que en la mayoría de los casos solamente encontraremos un montón de piedras.


Comenzaremos con una descripción de las diferentes partes que forman o contienen los molinos y a partir de aquí iremos definiendo las diferentes tipologías presentes en la provincia de Salamanca.


Todo empieza con una presa o pesquera que retiene y desvía el agua hacia donde nos interesa. La denominación de pesquera se debe a que los huecos destinados a facilitar la salida del agua como aliviaderos se utilizaban para capturar peces. En estos espacios se colocaban sacos y se capturaba todo aquello que la corriente obligaba a pasar por allí. Esto aportaba unas proteínas extra al molinero y en ocasiones otro jornal.


El agua se encauzaba por un canal, llamado caz, que dirigía el agua hasta una pirámide truncada e invertida que comprimía el agua antes de su entrada en el molino.


En otras ocasiones el agua se dirigía a una balsa que con su acumulación ejercía gran presión sobre los pequeños huecos de entrada del molino (saetines).


El agua era arrojada con toda su fuerza sobre una rueda formada con una serie de palas que se encargaba de transformar la energía, El rodezno.


Una gran diferenciación en dos tipos generales de molinos se basa en la posición del rodezno, siendo conocido como “molino” el que lo tiene en posición horizontal.
Si el rodezno se encuentra en posición vertical entonces recibirá la denominación de “aceña”. Estas suelen encontrarse en cursos fluviales de mayor entidad.

En los molinos, el rodezno puede girar libremente o estar colocado dentro de un cilindro, para aprovechar la energía de rotación del agua. A esta última posibilidad se denomina regolfo y fue el promotor de las turbinas. En muchos molinos salmantinos podemos encontrar las dos modalidades de rodezno en un mismo edificio.


La energía se transmite mediante un eje, el palón, hasta la piedra volandera. Son dos piedras redondas, una encima de otra, de las que únicamente se mueve la superior, la volandera, sirviendo la inferior, solera, de base para la molienda.


Las más antiguas se realizaban en granito y en algunos casos podemos ver cerca de la edificación el lugar de donde se extrajeron.


En una ocasión hemos encontrado una de estas piedras que no era totalmente redonda.


Con posterioridad se utilizaron otro tipo de piedras que eran elaboradas en varias porciones y sujetadas con unos cinchos de hierro, se llamaban piedras francesas.


Su diámetro no podía superar unas determinadas dimensiones ya que en caso contrario quemaría la harina. Para facilitar el triturado las piedras tenían unos surcos labrados que tenían que repasarse periódicamente para compensar el desgaste. Existían diferentes dibujos y el molinero los marcaba en alguna parte del molino para recordar el que utilizaba.


En otras partes del molino también aparecían otra serie de marcas labradas en las pareces, principalmente en las puertas. Se trataba de cruces que más que para indicar la pertenencia a alguna orden eclesiástica servían para la protección mágica.


Con el avance de los tiempos aparecieron las fábricas de harinas, que eran fabulosos edificios construidos a orillas de los ríos. En Salamanca podemos ver todavía los restos de las fábricas de Alba de Tormes, Salamanca, Ledesma, Gemma o Lumbrales.


En estas fábricas el molino se reduce a una pequeña máquina en la que se han sustituido las piedras circulares por cilindros metálicos (o cerámicos en las modernas fábricas). En cada fábrica hay varios de estos molinos además de otras máquinas para la limpieza y tamizado de los productos.


Dentro del equipamiento del molino tradicional podemos encontrar, además de las piedras, los guarda polvos (fundas de madera de las piedras que evitaban que se desparramara la harina), la tolva (recipiente que se encarga de verter el trigo para la molienda) o la cabria (grúa para poder mover las piedras en los trabajos de mantenimiento).


Hay mucha bibliografía que se puede consultar para aquellos que tengan interés en profundizar en el tema. La Diputación de Salamanca publico en el 2005 el libro “Caminos del agua por tierras de Salamanca” del que comparto autoría con José Luis García Grinda y Santiago Bayón. Al peligro del abandono y del deterioro por las inclemencias naturales se une el afán por reconstruir construcciones tradicionales sin tener los conocimientos necesarios.

2 comentarios:

  1. Excelente, muy interesante.
    me gustarìa enviarte unas fotos para que veas como eran aqui en Chile y me ayudas a entender como funcionaban, pero me hace sentido lo que he visto aqui.

    saludos
    Matthias Pinto
    San Fernando, Chile

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  2. Estupendo reportaje, enhorabuena. Por la zona de Lleida, por el Pallars queda alguno muy hermoso. Estuve pintando por allí hace años, espero que siga en pie.

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