En el mundo en el que habitamos el hombre domina casi todos sus ámbitos. Formando parte del mundo animal, hay algunas características que nos separan, en cierta forma, de él. Un lenguaje elaborado que nos ha permitido desarrollar complejos sistemas de comunicación. Una mayor capacidad cerebral con la que descubrimos procesos técnicos y artísticos. Pero sin duda, la utilización de las manos es un rasgo que no solamente nos diferencia de otras especies animales sino que también nos diferencia de nuestros congéneres. Distintas habilidades, distintas fortalezas configuran las manos adaptándose a las necesidades de las ocupaciones de sus dueños.
Las pequeñas manos torpes de los bebes van adquiriendo, con el tiempo y los gestos repetitivos, la conformación de las más útiles herramientas del hombre adulto.
Manos fuertes, curtidas y resistentes a los fríos, los golpes y los cortes.
Pero hábiles para realizar trabajos de precisión.
Pero no son únicamente útiles para el trabajo, a los sentimientos y a la producción artística también rinden su tributo.
En ocasiones la habilidad de sus dueños une el arte con el trabajo.
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