Ave sobradamente conocida que
comparte con nosotros pueblos y ciudades. Destaca su gran capacidad voladora.
Machos y hembras son muy parecidos, diferenciándose por la longitud de las
plumas de la cola. Los machos más fuertes y sanos tienen estas plumas más
largas, siendo un indicativo de su calidad genética.
Tras regresar de sus vacaciones
invernales se afanan en construir sus nidos. Es frecuente verlas en las orillas
de charcas y riachuelos cogiendo barro con sus picos. Mezclando la saliva con
el barro formarán unos casquetes semiesféricos que pegarán debajo de balcones y
otros lugares.
La tradición les ha dado un
marcado carácter sagrado. La mancha roja de la frente y el babero se atribuye a
la sangre de Cristo que las mancho cuando le retiraron la corona de espinas.
Su alimentación se basa en
insectos lo que las convierte en seres muy valiosos para los humanos. Se las
puede ver cazando mosquitos a poca distancia del agua.
Ave muy querida y beneficiosa que
sin embargo resulta molesta con los nuevos hábitos higiénicos. Hay a muchas
personas que les molesta tener golondrinas en sus cornisas porque ensucian las
fachadas y las aceras. También con las nuevas construcciones se dificulta la
instalación de los nidos. Pero como tampoco se toleran las picaduras de los “bichos”
se tendrán que comprar más tarros de insecticidas y de ungüentos para aliviar
los picores.
Tenemos que sentirnos muy afortunados de que estas pequeñas avecillas sigan eligiendo nuestros pueblos y ciudades para pasar el verano, no es lógico pensar de otra manera.
ResponderEliminarTe ha quedado una preciosa crónica con estas protagonistas de excepción y tan dificultosas de retratar.
Un saludo de 'ojolince y sra.'