El cielo está cubierto y llueve,
hay fuertes ráfagas de viento. Vamos lo que viene siendo un día de perros. Todo
aconseja quedarse en casa. Pero, quizás porque hace tiempo que no pisamos el
campo, decidimos salir y recorrer el Campo de Peñaranda, en Salamanca. El cielo
se oscurece más y el viento impide que bajemos las ventanillas del coche sin que
el agua entre dentro. Pero, como ocurre algunas veces en estos días, el sol
hace su presencia y nos ofrece su espectáculo de luces, jugando con las nubes y
con los espacios abiertos. Los busardos ratoneros y los cernícalos se afanan en
buscar su comida en los campos segados. Habrá que aprovechar para disfrutar de
su presencia ya que los agricultores amenazan con otra plaga de topillos. En
las orillas del río Tormes las luces juegan con el agua y con los abundantes
ánades azulones.
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