Recorrer zonas de cultivos
despejadas supone encontrarnos con una serie de aves de tonalidades ocráceas, difíciles
de diferenciar. Una de ellas es a la que dedicamos esta entrada. Tiene un
tamaño de unos dieciocho centímetros y estrías en el cuerpo que la hace difícil
de distinguir del entorno. Tiene un pico fuerte y robusto con un diente que le
distingue de otras especies con las que pudiéramos confundirlo. El macho tiene
la costumbre de cantar en lo alto de cualquier rama, cardo o cosa que
sobresalga de la planicie cerealista. La hembra suele estar cerca. Cuando nos
acercamos el macho permanece cantando en lo alto hasta que la hembra considera
que estamos demasiado cerca y sale volando; el macho la sigue. Algunos comparan
el canto con el sonido que se produce al mover un manojo de llaves. En estos
días se diría que el campo está lleno de estos manojos. ¿Igual hay alguien que
quiere ponerle puertas al campo?
Que bonitos
ResponderEliminarTu lo has dicho el campo esta lleno de ellos. Lo mismo pensaba yo hace unos días cuando salí a dar una vuelta al atardecer.
ResponderEliminarSimpáticos y agradecidos, los trigueros nos acompañan durante nuestros paseos estivales, amenizándolos con sus sonoras 'llaves' y su perfil resaltado sobre la llanura cerealista.
ResponderEliminarMuy buena la entrada que les has dedicado, en tiempo y forma, Torcuato.
Un saludo de 'ojolince y sra.'
Preciosas fotos, a veces no son los colores mas llamativos, los que nos hacen disfrutar de una compañia, estos pajaritos, con su trinar, su libertad, su deambular, nos hacen soñar con una vida mejor, más tranquila, mas espontanea...
ResponderEliminarCreo que el campo tiene muchas más puertas de las que nos gustaría, buenas fotos.
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