Visitamos de nuevo esta dehesa
salmantina que sigue sorprendiéndonos. Un paisaje que parece permanecer
inmutable, nos ofrece una magnifica variación. Mientras las encinas longevas
mantienen la madurez del ecosistema, el sustrato herbáceo nos ofrece su juventud.
Su colorido parece no alterarse con el paso de las estaciones pero es distinto
incluso de un año a otro. Si el año pasado la primavera nos ofreció una
estupenda floración de viboreras de color morado, este año son las crucíferas
con sus colores amarillos y blancos las que decoran esta dehesa. Como
comprobación se puede hacer una visita a las tres entradas anteriores dedicadas
a este mismo espacio en este blog.
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