El otoño nos regala días magníficos
en los que la temperatura, la luz y el color son los protagonistas de un
espectáculo maravilloso. El paisaje adquiere otra dimensión. El silencio lo
domina todo; solamente el agua, empeñada en horadar el trazado glacial, distrae
nuestros oídos. El robledal se transforma del amarillo matutino al ocre del
atardecer, todo cambia con el tiempo.